Deshumanizando al varón. Pasado, presente y futuro del sexo masculino (libro en pdf)
"Deshumanizando al varón. Pasado, presente y futuro del sexo masculino", libro de Daniel Jiménez, autor del blog "Hombres, género y debate crítico", publicado en 2019.
El libro en PDF se puede leer aquí. Una entrevista de Cuca Casado al autor se puede leer aquí.
A continuación, sinopsis del libro y unos fragmentos de la introducción.
SINOPSIS:
Privilegiado, violento, opresor… cuando se juzga la figura masculina desde una perspectiva de género el veredicto es inequívoco: los hombres dominan la política, los negocios, las instituciones religiosas, numerosos ámbitos científicos y culturales, además de estar sobrerrepresentados como victimarios en las estadísticas de crimen violento y sexual.
Sin embargo los varones también protagonizan la mayor parte de los suicidios, muertes laborales y víctimas de homicidio. Encabezan el fracaso escolar, son mayoría entre los sin techo y constituyen el grueso de las víctimas civiles y militares en conflictos armados. Desde una perspectiva de género, la discriminación legal masculina también permanece invisible en áreas como el servicio militar obligatorio, la trata de personas, el castigo corporal, la integridad genital, el fraude paternal, las políticas migratorias o la justicia, entre otras.
Ante la difícil reconciliación de la narrativa de género dominante frente a la parte más vulnerable de la experiencia masculina, se han propuesto explicaciones poco convincentes: que dichos problemas obedecen a otras categorías como clase o raza, que constituye un efecto secundario a su posición de poder y privilegio, o que supone el resultado de la cultura machista y patriarcal. Discursos dirigidos a culpabilizar a la víctima y que priorizan la deconstrucción de la masculinidad sobre soluciones prácticas y cambios legales.
Esta obra planteará un modelo alternativo que resuelva de forma satisfactoria la complejidad de la experiencia masculina, a fin de proponer soluciones más adecuadas. En la primera parte se analiza el pasado para determinar qué hay de mito y realidad en el papel histórico atribuido al hombre como explotador de la mujer. La segunda parte examina el presente estado del varón y los desafíos a los que se enfrenta, así como la invisibilidad mediática y política que los rodea. Finalmente la tercera parte explora vías potenciales para la concienciación y resolución de sus problemas, incluyendo propuestas legales.
"Deshumanizando al varón" presenta, en definitiva, una nueva forma de entender al sexo masculino que rompe con la narrativa asimétrica que ha dominado el discurso académico, político y mediático en las últimas décadas sin oposición.
FRAGMENTOS DE LA INTRODUCCIÓN:
¿Qué podrían tener en común 54 mujeres lapidadas en Irán [1], tres fallecidas por ablación en Egipto [2] y 276 adolescentes secuestradas por Boko Haram en Nigeria [3]? Desde una perspectiva de género la respuesta es inequívoca: padecieron por ser mujeres. La lapidación y el corte genital pueden ser identificados como métodos para controlar la sexualidad, mientras que el secuestro supone una muestra a la mujer como botín de guerra. Patriarcado, violencia de género, opresión de la mujer e incluso el término machismo podrían ser utilizados para unir estos escenarios.
Ahora bien, ¿qué podrían tener en común 71 hombres lapidados por infidelidad conyugal en Irán [4], 947 fallecidos durante rituales de circuncisión en Sudáfrica [5] y 10.000 varones adolescentes secuestrados por Boko Haram en Nigeria [6]? Pese a que la dimensión de la tragedia es comparable o superior, nadie realizaría un ejercicio unificador similar al presentado para la mujer. De hecho, aunque quisiera, muy probablemente no contaría con las herramientas para hacerlo.
La invisibilidad de los problemas masculinos, sin embargo, comienza mucho antes de las reflexiones de género. Si nos fijamos en los casos femeninos, todas las campañas conocidas para abolir sentencias de lapidación han tenido rostro de mujer. Naciones Unidas se pronunció contra las tres muertes por ablación en Egipto, condenando la práctica reiteradas veces, mientras que el secuestro de Boko Haram generó el movimiento global Bring Back Our Girls (devolvednos a nuestras niñas) que llegó a ser apoyado públicamente incluso por la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama. En marcado contraste, tragedias masculinas comparables o incluso de mayor gravedad como las presentadas no sólo han carecido de un apoyo similar, sino que permanecen invisibles para la gran mayoría del público.
¿Por qué existe tal disparidad de atención? En este libro exploraremos tres factores que se alimentan mutuamente: el menor o inexistente eco mediático en los casos masculinos, la ausencia de un hilado de género que conecte los problemas del hombre por razón de sexo a nivel global e histórico, y la presencia de una narrativa de género deshumanizadora que considera al varón como un sujeto privilegiado y opresor cuyo sufrimiento debe excluir razones de género o, como mucho, considerarlas accidentales a su posición y privilegio.
Cuando hablamos de eco mediático, nos referimos primero a la probabilidad que tiene un hecho de convertirse en noticia, y segundo, a la capacidad de dicha noticia para multiplicarse en distintos medios, cruzar fronteras y mantener el interés a lo largo del tiempo. Un ejemplo ya mencionado es el de las 276 adolescentes secuestradas por Boko Haram, noticia que traspasó fronteras, resonó con fuerza en numerosos medios occidentales y cuyo interés se mantuvo durante días, marcando un antes y un después en la visibilidad de un grupo armado hasta entonces poco conocido. El contrapunto sería el secuestro de más de 200 niños varones por parte de Al-Shabaab en Somalia [7], que no captó la atención de los medios occidentales ni logró un efecto multiplicador, lo que también influyó en la menor o inexistente presión política y los recursos destinados a su rescate.
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Hubo noticias, como la de los 1.420 hombres muertos durante la construcción de estadios para el mundial de Qatar [28], que sí obtuvieron una difusión considerable. La tragedia fue retratada como un problema de inmigración, explotación laboral y de derechos humanos. Sin embargo, el ángulo de género permaneció ausente, desvinculando este hecho de otras problemáticas conectadas como la brutal esclavitud laboral masculina que ocurre en otros países y sectores (como el de la pesca en el Sudeste Asiático [29]), que la tasa de muertes laborales en cualquier país es abrumadoramente masculina (96% en España [30], por ejemplo), que los hombres constituyen el 82% de los inmigrantes que pierden la vida en durante la travesía [31], o que numerosos países discriminan a las víctimas masculinas de la trata en su legislación o en la aplicación de la misma [32]. El tratamiento de los varones puede ser contrastado con la forma en que distintos organismos sí abordaron una explotación similar por parte de las trabajadoras domésticas migrantes en Qatar, ligando la agresión física y/o sexual a manos de sus empleadores con la violencia de género y la violencia doméstica [33].
La ausencia de un hilado de género hace posible que ciertos datos hablen de una tragedia humana cuando deberían también apuntar a un problema predominantemente masculino. Consideremos que los hombres constituyen la mayor parte de los muertos civiles y militares en los conflictos armados: sólo en las guerras de Afganistán, Irak y Siria los varones adultos representan el 70% [34], 77% [35] y 82% [36] de las bajas civiles respectivamente, pese a que tendemos a asociarlas principalmente con mujeres y niños. Los hombres también conforman el 79% de las víctimas de homicidio a nivel global [37], el 83% de las muertes en el trabajo doméstico [38] y el 80% de los suicidios [39]. Del mismo modo se encuentran desproporcionadamente representados entre la población reclusa con un 93% [40]. Ciertamente los hombres cometen más crímenes, pero también por el mismo delito y controlando otras variables como el historial criminal terminan en la cárcel el doble de veces que una mujer y reciben condenas un 63% más largas [41]. También triplican a las mujeres como bebedores de alcohol de alta frecuencia [42], las cuadriplican como consumidores de drogas duras [43], y protagonizan el fracaso escolar [44]. Sin embargo, nunca habrá escuchado decir que una sola de las estadísticas enumeradas constituya un problema "de género", debido a la carencia de un hilo común que pueda conectarlas.
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Este discurso funciona de forma similar al hilado de género pero construido desde la negatividad: lo que une al sexo masculino son su privilegio, la opresión que ejerce sobre las mujeres, y la violencia que desata tanto contra ellas como contra sí mismo. La última razón es especialmente importante porque se utiliza con frecuencia para justificar la disparidad de atención a los problemas del varón, o en palabras de Julie Bindel [51]: "Bajo la supremacía masculina, los hombres se vigilan unos a otros, despedazando a los más débiles. Ése es un problema que los hombres deben resolver entre ellos…". Se trata de un discurso que equipara moralmente a víctima y verdugo por pertenecer al mismo sexo, justificando silenciar al primero por las acciones del segundo, asumiendo que ambos comparten la misma forma de pensar y cuentan con el mismo poder.
El triunfo de esta narrativa deshumanizadora ha conseguido que entre los medios cualquier declaración que menosprecie al sexo masculino no sólo sea tolerable, sino merecedora de un titular o encabezado. Algunos titulares como "Confirmado científicamente: los hombres son tontos" [52], "El varón: arma de destrucción masiva" [53], "Los hombres y su pasividad ante la violencia de género (no es casualidad)" [54], "hijos de un dios machista" [55], "Llegará un día en el que los hombres no serán necesarios" [56] o "Para compensar su debilidad frente a las mujeres, los hombres buscan el poder" [57] dan fe del fenómeno.
El problema, por desgracia, va más allá de titulares o artículos anti-masculinos. Bajo esta interpretación de lo que significa ser hombre, se elimina cualquier simpatía hacia su sufrimiento por razón de género, convirtiéndolos en víctimas indignas para medios de comunicación, partidos políticos, instituciones nacionales e internacionales y organizaciones humanitarias. Aunque lo realmente grave es que esta narrativa sirve como pretexto para la aprobación de políticas abiertamente discriminatorias, que terminan contando con el apoyo o la indiferencia tanto de los medios como de la población general.
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