Federica Montseny: "¿Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo siempre!"
Federica Montseny (1905-1994) fue, entre otras cosas, una destacada líder anarcosindicalista y escritora. Fue la primera mujer ministra del estado español en 1936 y 1937, durante la guerra.
La historiadora Mary Nash recoge parte de su pensamiento sobre la cuestion de la mujer en "Dos intelectuales anarquistas frente al problema de la mujer: Federica Montseny y Lucía Sánchez Saornil". El texto se puede descargar aquí.
Desde algunas posturas feministas se afirma que "si no eres feminista, eres
machista". Pero ¿se puede estar por la liberación de las mujeres sin
identificarse con el feminismo? Es el caso de Federica Montseny, como lo fue el de la maestra y pedagoga libertaria Antonia Maymón –se muestra en otra entrada–. Desde Debate Antisexista ser feminista se considera una posición aceptable, y no serlo, también.
A continuación, algunos fragmentos del texto de Mary Nash.
FRAGMENTOS:
Federica Montseny fue, sin duda, la mujer anarquista más conocida en el período de los años veinte y treinta del siglo veinte. Destacada dirigente, fue, a la vez, uno de los intelectuales anarquistas más prolíficos, escribiendo sobre temas de muy diversa índole. Entre otros problemas se ocupó con cierta extensión y profundidad de la cuestión de la mujer e incluso llegó a describirse como una mujer que "como tal, preocupóse preferentemente de los problemas de su sexo"(2). En otra ocasión afirmó que "nadie ha defendido más a la mujer, nadie siente con más intensidad la solidaridad y el orgullo del sexo, nadre cree más que yo en la personalidad femenina, que ha de ser cada día, que es cada día, más recta y clara"(3).
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El interés de Federica Montseny en el feminismo no se derivaba de un, afán de cooperar con él, sino, al contrario, le interesaba combartirlo. Si bien pensaba que el problema de la emancipacibn de la mujer era uno de los problemas más graves que existía entonces, estimaba, sin embargo, que la solución al problema no podría basarse en una actitud feminista. Consideraba que era tarea suya situar el problema de la mujer en el punto donde "han de partir todas las inquietudes humanas: la transformación de una sociedad injusta y el abandono de una moral y unas preocupaciones que sólo ha servido para esclavizar a la mujer y desviar a la especie toda".(40) Veía de esta manera la cuestión de los sexos:
Igualdad absoluta en todos los aspectos para los dos; independencia para los dos; capacitación para los dos; camino libre, amplio y universal para la especie toda. Lo demás es reformismo, relativista, condicional y traidor en unos; reaccionario, cerril, intransigente y dañino en otros. ¿Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo siempre! Propagar un masculinismo es crear una lucha inmoral y absurda entre los dos sexos, que ninguna ley natural toleraría.(41)
Según Federica Montseny los defectos principales que adolecía el feminismo que se practicaba entonces eran dos: la falta de idealidad y la falta de ética. Estos defectos hacían que el feminismo no tuviera ninguna transcendencia social ni valor revolucionario. No ponía en cuestión los valores y la estructura social de la sociedad vigente ni presentaba reivindicaciones de tipo social. Se limitaba, al contrario, a pedir sistemáticamente la igualdad con el hombre, pero una igualdad equivalente a la que disfrutaba ya el hombre, es decir, una igualdad "en el dominio y en los privilegios".(42)
Era precisamente esta aceptación pasiva del estatu quo y la falta de interés en problemas sociales como la justicia social o la superación de la persona humana lo que instigaba a Federica Montseny a rechazar a las tendencias feministas existentes colmo retrógadas.
Como anarquista y miembro de la FAI, Federica Montseny era una de las figuras más predominantes de la línea ácrata dentro del movimiento anarcosindicalista español. Rechazaba categóricamente, al menos hasta su incorporación en el gobierno de la República en noviembre 1936,(43) toda particiación en la política y abogaba sistemáticamente por la destrucción tanto de las estructuras del gobierno como del Estado mismo. Era lógico, por tanto, que Federica Montseny rechazara cualquier feminismo que postulaba el avance de la emancipación de la mujer mediante la actuación política y la presión sobre el gobierno. Y para Federica Montseny, la mayoría de los movimientos feministas se limitaban precisamente a este papel o, peor todavía para ella, pretendían participar en las altas esferas de la política y llegar ellas mismas a puestos en el gobierno. "¡Gobernar! –decía Federica Montseny–, he aquí toda la idealidad, toda la ética, todo el vaIor humano del feminismo, palabra sólo aplicable a las mujeres ricas, porque las pobres nunca han sido ni serán feministas, ni las dejarían serlo!" (44). Tampoco creía en el tópico utilizado por muchas feministas para justificar su participación en el gobierno, que mantenía que con la participación de la mujer en el poder se darían menos injusticias y crueldades. Federica Montseny pensaba que la ternura y la sabiduría femenina no afectarían en nada la legislación y administración del Estado, continuarían las desigualdades puesto que no se habría cambiado lo fundamental: las bases de la sociedad.
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